Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100010
Legislatura: 1871
Sesión: 27 de abril de 1871
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Calderón Collantes.
Número y páginas del Diario de Sesiones: 20, 264 a 266.
Tema: Acta del Sr. Álvarez (D. Cirilo), Senador electo por la provincia de Burgos.

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Sres. Senadores, siento otra vez, y lo digo de veras, molestar vuestra atención; pero el Sr. Calderón Collantes me ha dirigido algunas alusiones y me ha supuesto opiniones que yo no puedo menos de contestar.

Su señoría me atribuía el defecto de convertir las cuestiones en cuestiones personales, y de que siempre que ataco, ataco demasiado personalmente: lo atribuía S.S. a mi manera de ser, y es posible que así suceda; pero puedo decir de esto a S.S. solamente una cosa, y es, que procuro responder en mis ataques de igual manera que fui atacado; si a mí se me ataca personalmente, para defender mi persona, siempre que lo estime conveniente, he de procurar sacar también a mi plaza la persona de mi adversario en el debate; si se me atribuyen defectos que tiene o puede tener mi adversario, evidentemente para defenderme de ellos, he de probar que existen en mi enemigo, si los tiene realmente.

Pero, en fin, sea de esto lo que quiera, lo que puedo asegurar a S.S. es que yo procuro no faltar jamás a la lealtad en la manera de exponer los hechos, y de que S.S. no diré yo que ha faltado a esa lealtad, ¡cómo he de suponer eso en S.S.! pero que al menos ha podido enterarse mejor antes de dirigirme los cargos que me ha dirigido. S.S. se ha enterado muy mal de los hechos; y esto es tanto más extraño, cuanto que S.S. sabe perfectamente que los hechos a que atribuye su oposición al Gobierno no son exactos.

Ha supuesto S.S. que yo he dicho en otra parte que los derechos individuales eran derechos inaguantables. (El Sr. Calderón Collantes: Pido la palabra para rectificar y sostenerlo.)

¿Cuándo, ni en dónde he dicho yo, Sr. Calderón Collantes, que los derechos individuales eran derechos inaguantables? ¿Es esta manera de tratar a un adversario? Y no se diga que esto se debe a que el Sr. Sagasta personaliza las cuestiones y pone al adversario de manera tal, que no hay por donde cogerlo: S.S. sabe que eso no es verdad, pues las expresiones a que se refiere, fueron aplaudidas por S.S. y sus amigos. Pregunto a S.S.: ¿cuándo he dicho yo eso, sino lamentándome del uso o abuso que de los derechos individuales hacían los republicanos federales en ciertas provincias? Yo les decía entonces: ?No hagáis eso, no perturbéis el país abusando de la libertad y desprestigiándola; porque podéis ir tan allá, que el país llegue a considerar los derechos individuales como derechos inaguantables.? Pero esto lo decía yo para el caso de que desprestigiaran la libertad, y en último resultado hicieran aborrecibles los derechos individuales por abusar de ellos. Pues bien: esto que yo dije en el Parlamento, y que repito fue aplaudido por la mayoría, por el mismo Sr. Calderón Collantes y por sus amigos, viene S.S. a echármelo en cara, suponiendo que yo he dicho que los derechos individuales eran inaguantables: no dije semejante cosa. Lo que yo dije entonces fue, que no era cosa de que por el abuso que se hiciera de la libertad y de los derechos individuales, hubiera una parte del país que llegara a considerar esos derechos como inaguantables.

El Sr. Calderón Collantes me ha atribuido también otro error que S.S. sabe que no lo es. Yo no he dicho tampoco que los derechos individuales me pesaran como una losa de plomo, y que por eso no los querían. En una ocasión en que se trataba de una conspiración carlista, que yo había podido evitar desde mi gabinete, y que no evité por respeto a esos derechos, produciendo perturbaciones y desgracias que nadie más que el Gobierno ha lamentado, lo que yo entonces dije fue:?¡ah, señores! Yo quiero los derechos individuales, y he dado pruebas de quererlos más que vosotros, porque no habéis visto las dificultades que éstos ofrecen al Gobierno; y yo que he pasado noches de insomnio; yo que por medio de telégrafo podía haber evitado una conspiración que por respeto a los derechos individuales no evité; yo que entonces los veía pesar sobre mí como una losa de plomo los respeté, y tengo derecho a que se crea que les profeso más amor que vosotros, porque he pasado por todos los inconvenientes que consigo traer; pero todo me parecen pequeños al lado de las grandes ventajas que reportan. Mas ya se ve; los que no saben apreciar los inconvenientes, no saben tampoco apreciar las ventajas.? Y cuando los republicanos me decían:?¿es que te pesan y por eso ya no los quieres?? ?No, les contestaba; lo que me pesa es considerar que sin más que faltar a ellos podía haber evitado grandes desgracias y mucha sangre derramada; me sucede con los derechos individuales lo que con el sol, que aunque me abrase la espalda no por eso le aborrezco.? Ahora bien: ¿le parece justo al Sr. Calderón Collantes, cuando me oyó decir esto mismo con gran aplauso de S.S. y de sus amigos, tergiversar y trastornar mis palabras, suponerme opiniones que no tengo y fundar en ellas su oposición al Gobierno? Eso no es político ni justo, y sobre todo, no es propio de la altura de su señoría.

Si el Sr. Calderón Collantes no tiene otros argumentos en que fundar su oposición al Gabinete, y especialmente al Ministro de la Gobernación, le digo que no tengo temor ninguno a la oposición que haga S.S., porque esta será simplemente un castillo en el aire que con un ligero soplo quedará desbaratado. S.S., sin embargo, para fundar una oposición, de que no me lamento, y que francamente esperaba, ha supuesto que estas ideas las he manifestado yo después que he venido a ser por segunda vez Ministro de la Gobernación, siendo así que lo dije la primera vez que lo fui, y con aplauso de su señoría.

El Sr. Calderón Collantes ha padecido otro error al suponer que yo había atacado personalmente al señor Méndez Vigo, aunque después se rectificó, puesto que yo no le había atacado en su persona, sino en su conducta política respecto a la coalición. Y en aquellos que en vez de ataques personales eran simples observaciones, me apoyaba yo para decirle:?Y no he cambiado de política, como S.S. cree; estoy donde antes estaba; quien habrá cambiado habrá sido S.S. a quien le pasó lo que al navegante, que a medida que se va alejando de la costa, cree que los objetos fijos en ella obedecen al movimiento que él mismo lleva;? y para demostrar eso, tuve que hablar de la coalición. ¿Dónde está, pues, aquí el ataque personal? Pero dice S.S.:?¿Y cómo se atreve el Sr. Sagasta a atacar las coaliciones? Pues si no fuera por ellas, ¿estaría sentado en ese banco? ¿Pues no las ha propuesto, hecho y defendido? ¿Cómo se atreve [264] S.S. a combatir las coaliciones, cuando él es el resultado de una?? Mucho extraño que el Sr. Calderón Collantes, que una persona de la ilustración, de la práctica y de la inteligencia política de S.S., compare una coalición contra otra.

¿Qué es la coalición del Gobierno? Pues no es ni más ni menos que la agrupación de todos los elementos políticos que entran dentro de un sistema dado, y no se diferencia de la coalición carlista dentro de su propio partido. Pues qué, ¿todos los carlistas opinan de la misma manera? Pues qué, ¿no hay en su seno una división mareada constante? Pues yo le puedo señalar a S.S. tres grupos distintos dentro del partido carlista. ¿Y hay alguien a quien choque que este partido esté perfectamente unido en los grupos que en él están conciliados? En el partido republicano ¿piensan todos sus hombres de la misma manera, o se compone de diversas fracciones entre las cuales hay quizá más diferencias que entre los monárquicos y republicanos? ¿Y a quién le choca que el partido republicano se presente perfectamente unido? Pues eso que sucede en el partido carlista y republicano sucede igualmente en el partido moderado; en ese partido no todos sus hombres piensan de la misma manera respecto de la persona que haya de ocupar la primera magistratura de la Nación. ¿Y a quién le choca que los moderados hoy estén reunidos, coaligados, mejor dicho, conciliados para formar un solo partido? ¿Qué tiene que ver que los elementos políticos que juegan en la vida pública de un país, pero dentro de una órbita y de un sistema político, en momentos dado, en circunstancias extraordinarias como aquí venimos atravesando hace algún tiempo, se unan y no constituyan más que un partido?

Sí; los elementos que están dentro de una órbita política, los elementos políticos que están dentro del sistema representativo constitucional, como los que están dentro de la forma absolutista, pueden estar separados para los accidentes de la política, para los detalles de la administración en la marcha regular de la Nación; pero cuando están en peligro los altos intereses del país, cuando peligre la base de esos partidos políticos, en los absolutistas, el absolutismo; en los republicanos, la república; en los constitucionales, el sistema representativo constitucional, las diversas fracciones de esos partidos se reúnen como un solo hombre y forman un solo partido con una sola bandera para salvar los intereses de la Patria y los intereses de ese partido. Y luego que pasan estas circunstancias extraordinarias, y luego que se han salvado esos intereses, que son comunes, las diferentes agrupaciones que componen los partidos políticos se separan como si fueran adversarios; luchan, discuten los detalles de la administración y los accidentes de la política, y marchan independientemente unos de otros para reunirse en los momentos en que los intereses comunes puedan volver a estar en peligro. Pues esto es lo que sucede con el partido carlista, con el republicano y con el moderado, que propiamente no es partido; no es más que una rama del gran partido constitucional.

¿Y qué hace ese partido? Presentarse todo con sus fuerzas perfectamente unido, porque hay intereses muy altos y situaciones extraordinarias que a ello les obligan; hay intereses que son comunes a todas esas agrupaciones; y ante la salvación de esos intereses hay que prescindir de la lucha de fracción a fracción dentro del mismo partido. Por tanto, la misma anomalía que existe en la coalición de los elementos liberales que están dentro del sistema representativo constitucional, la misma anomalía existirá entre los elementos del partido republicano y carlista. No se trata de esas coaliciones naturales, lógicas en ciertos momentos, en ciertos períodos de la política y en circunstancias críticas como son las presentes, sino que se trata de la agrupación de sistemas contradictorios, de la coalición de aspiraciones encontradas, de la unión de partidos que se aborrecen, de la unión de personas que se detestan. ¿Qué pacto tengo yo que hacer con S.S., con los amigos de su señoría, con los que pueden tener aspiraciones más altas en política, con los que puedan querer ir más allá que S.S.? ¿Qué sacrifico yo? Defendemos la Constitución de 1869; defendemos la situación creada por la voluntad nacional que todos debemos respetar. Por consiguiente, ¿qué inconveniente hay en que S.S. y yo marchemos unidos para objetos tan sagrados y tan altos como esos? ¿Tiene eso algo de particular? ¿No defiende S.S. la libertad con el orden, y el orden con la libertad, la armonía de esos dos elementos, sin los cuales no hay progreso ni prosperidad para los pueblos? Pues si creemos lo mismo S.S. y yo, podemos marchar perfectamente unidos, sin perjuicio de que en ciertos accidentes de política y en determinados detalles de administración, podamos tener distintos puntos de vista; pero caminando siempre a la vista de los peligros que pueden correr la libertad y el orden. Por tanto, muy unidos podemos marchar S.S. y yo en estas circunstancias en que hay cosas más graves que respetar y defender.

¿Pero le parece a S.S. tan natural, tan sencilla y tan normal la unión del Sr. Méndez Vigo con el Sr. Tejado, o la unión del Sr. Tejado con un Sr. Senador a quien no veo en este momento? (El Sr. Nouvilas: Conmigo.) No sabía que S.S. era republicano. (El Sr. Nouvilas: Lo soy.) Lo siento por S.S.

¿A qué puede conducir esa coalición? La de S.S. y yo conduce a salvar la libertad; pero la coalición de ideas tan distintas, de principios tan opuestos, no conduce más que a la ruina del país y a la pérdida de la libertad; y si esto es así, ¿cómo no quejarse de esa coalición, de ese acto, que es una gran inmoralidad política, porque inmoralidad política es todo lo que tienda al desprestigio y a la perdición de la Patria? Y como no vemos más que esto en el fondo de esa coalición, y como creemos que ella no ha de traer al país otra cosa sino la más horrible anarquía, por eso me quejo de que hombres tan liberales como el Sr. Méndez Vigo hagan coaliciones tan absurdas y tan monstruosas. (El Sr. Méndez Vigo pide la palabra para una alusión personal.) No debe el Sr. Méndez Vigo incomodarse por lo que he dicho, porque no es más que la confirmación de lo que S.S. mismo nos ha manifestado, esto es, que buscó en Valladolid la alianza con los carlistas y que no la encontró. No se queje, pues, de que yo lamente como un mal para la libertad que hombres tan liberales como S.S. hagan alianzas con los carlistas.

Por lo demás, yo lo doy todo por bien empleado, señor Calderón Collantes, por su declaración de esta tarde, que he oído con mucho gusto. Verdad es que aunque algunas personas dudaban respecto a la situación de S.S., yo no; yo sé que S.S., cualesquiera que sean las diferencias que nos separen, que no serán muy [265] grandes (hablo de diferencias en el terreno político y en el de las altas aspiraciones que deben tener todos los hombres políticos del país), sean cualesquiera esas diferencias, que solo podrán ser de pequeños detalles en la idea culminante de la alta política, de la que más conviene en las circunstancias difíciles por que atraviesa España como la Europa, hemos de diferir muy poco el Sr. Calderón Collantes y yo. Pero había quien dudaba de S.S.; yo de ningún modo, porque sé de qué manera comprende S.S. las cosas políticas; es decir, que como todos los eminentes hombres políticos, no tienen más que un norte, el de la voluntad nacional, y el Sr. Calderón Collantes, siquiera esa voluntad nacional no haya ido por el camino que S.S. creía mejor, respetará la voluntad nacional.

Y dicho esto, el Sr. Calderón Collantes ha manifestado que es monárquico liberal de la situación, y que a los monárquicos liberales debe su elección como Senador. También es verdad esto. S.S. ha sido elegido por los monárquicos liberales de la situación, y ha sido elegido contra la coalición. Pues vea S.S. cómo no le ha chocado una coalición que le ayudaba contra otra coalición. ¡Ah, Sr. Calderón Collantes! A S.S. le han votado monárquicos liberales de la situación, y le han votado contra la coalición todos los liberales que no estaban en la coalición. Y no estaban en la coalición ni los unionistas, ni los progresistas, ni aun los demócratas que pueda haber en aquella provincia. De consiguiente, si le han votado todos esos elementos, ¿no es esto coalición? ¿Y contra quién han votado a S.S.? Contra los absolutistas y contra los republicanos, que con mal acuerdo han seguido a los carlistas, dejándose dominar por ellos en esta ocasión, y que probablemente los dominarán también más adelante.

Confieso, pues, que doy por bien empleada la sesión de esta tarde, y doy por bien empleados los ataques que, fundándose en supuestos falsos, me ha dirigido el señor Calderón Collantes, en gracia de la declaración que ha hecho S.S. El Sr. Calderón Collantes es monárquico liberal de la situación, aunque es de oposición al Ministerio, por creer que no lleva bien los negocios del Estado, creyendo que en una parte la conducta del Ministerio es anárquica, y en otra ultra conservadora. La creencia de que nuestra conducta es ultra conservadora se funda, según S.S., en que he dicho que los derechos individuales eran derechos inaguantables, y que pesaban sobre mí una losa de plomo. Yo no he dicho eso; y como no lo he dicho, falta una de las razones que alega el Sr. Calderón Collantes para llamarse de oposición; no queda más que otra, la de ser anárquicos. En una cuestión más amplia y próxima podrá S.S. intentar la demostración de que hemos consumado actos anárquicos; pero si yo consigo convencerle del error en que se encuentra, entonces dejará S.S. de estar en contra del Gobierno, y éste tendrá el gusto de verle a su lado; porque aparte de las prendas personales que le adornan, es tan elevada la figura política del Sr. Calderón Collantes que el Gobierno, repito, estimándolo mucho, le verá con gusto a su lado.



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